jueves, 1 de diciembre de 2011

No me dejes nunca.

5.30 de la mañana. El teléfono parpadeó y empezó a entonar el politono nokia.
Cristina se sobresaltó, y medio dormida intentó silenciarlo para no despertar a toda la familia que ajenos a ese momento, dormía plácidamente en sus respectivas habitaciones.
¿Quién narices le mandaba un sms a esas horas de la madrugada?
'' Levanta bella durmiente, tu príncipe está en el jardín''
Abrió los ojos como platos y saltó de la cama excitada aunque soñolienta.
Se puso una chaqueta deportiva encima del camisón, abrió las puertas del balcón, y lo vio..
Mario estaba mirando hacia su ventana con una brillante sonrisa pícara
  -¿Qué haces aquí a estas horas? ¿Te has vuelto loco?- preguntó la chica desconcertada.
  -No, pero poco me falta- contestó éste- tengo una sorpresa para ti.
  -Y no podía esperar hasta mañana, ¿no?
  -Menos mal que no tengo que soportarte a estas horas frecuentemente-suspiró divertido - venga baja.
  -¿Que baje?
  -Sí, date prisa o llegaremos tarde.
  -¿A dónde?
  -¡Deja de hacer preguntas ya! ¿Confías en mí o no?
  -Eres insoportable- dijo Cris saltando la baranda de su balcón y bajando hábilmente hasta el jardín.
  -Te encanta que lo sea- sonrió Mario.
La cogió de la mano y la llevó hasta su moto apresuradamente. Le ofreció un casco y arrancó ferozmente la Yamaha.
Cristina agarró la cintura de su chico maldiciendo por lo bajo no haberse puesto una ropa en condiciones. Sus pintas debían de ser espectaculares; sudadera adidas roja, camisón blanco por las rodillas, chanclas y restos de rímel corridos por los párpados, aunque el chico ni siquiera pareció percatarse de ello
Cerró los ojos, apoyó el rostro en su espalda y se dejó llevar mientras el viento acunaba el resto del pelo que el casco no le ocultaba. En ese preciso instante, el resto del mundo desapareció.

El ruido del motor cesó.
La chica abrió los ojos y al contemplar aquellas olas rugiendo comprendió que Mario la había traído a la playa, para ver la salida del sol.
Ambos se bajaron de la moto y se quitaron el casco casi al mismo tiempo
  -¿Estás de mejor humor?- le preguntó él.
Cristina saltó a sus brazos y le abrazó... Abrazó como nunca había abrazado a nada ni nadie.
Se cogieron de la mano, y llegaron casi a la orilla.
El cielo seguía oscuro, aún quedaba media hora para que los rayos del sol amenazaran con salir. Aquellos rayos majestuosos, lucidos y eternos... Tanto incluso como su amor.
Cristina y Mario se sentaron en la arena. Sí, eran felices.
Puede que sonara a locura... ¡Solo se conocían de un par de semanas! Pero era así...
 -¿Por qué me has traído aquí?-Desde que era pequeño, siempre había soñado con sentarme de madrugada en la playa para ver el amanecer.
 -Mario... ¡Deja eso para las telenovelas!- rió Cristina satisfecha de conocerlo tanto.
 -Está bien, está bien. Me pareció un sitio maravilloso para echarnos un partido de fútbol tú y yo. ¡Llevo el balón en la mochila!
Ésta puso una cara poco disimulada de decepción, pero no dijo nada.
  -Aunque también me pareció un sitio maravilloso para pedirte algo...
Mario cogió a la chica de la cintura, y la atrajo hacia él.
Le rozó suavemente los labios con los suyos, simulando una caricia prohibida... Entonces susurró:
 -Un último favor... No me dejes nunca.

 Blanca CB

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